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Historia

Antonio Caballero y Góngora

Biografía de Antonio Caballero y Góngora
Dominio público

Biografía de Antonio Caballero y Góngora

Antonio Caballero y Góngora (24 de mayo de 1723- 24 de marzo de 1796), religioso, arzobispo de Santafé y virrey del Nuevo Reino de Granada. Nació en Priego, Córdoba, España.  Creció en el seno de una familia noble, conformada por Juan Caballero y Espinar, escribano, regidor y alcalde del Cabildo, y la cordobesa Ana Antonia de Góngora. Desde muy joven fue encaminado por la vida religiosa.  A le edad de 15 años ganó una beca para estudiar teología en el colegio de San Bartolomé y Santiago. Ulteriormente, Antonio estudió en Granada en el Imperial Colegio de Santa Catalina. En 1750 se ordenó como presbítero y capellán real. Desde este momento se destacó por ser un sacerdote bastante culto y subordinado, su formación también permitió que actuara ocasionalmente como diplomático.

En 1767, Antonio Caballero y Góngora se retiró al convento de San Felipe Neri en Córdoba huyendo de la polémica que se dio con la expulsión de los jesuitas. Vivió un periodo de aislamiento, en donde se dedicó a leer y escribir, en 1774 regresó a la vida pública y dos años después fue nombrado obispo de Yucatán, suceso que cambió el curso de su vida. Varios años después, fue canónigo lectoral de Córdoba, labor que desempeñó hasta 1775, se diferenció por su oratoria y por su celo en el ejercicio de la censura eclesiástica. En 1776, fue elegido obispo de Mérida ubicado en Yucatán, Venezuela. Fue consagrado obispo de Mérida en una ceremonia solemne en la catedral de La Habana en el año 1776. En su diócesis, realizó labores apostólicas; hizo la visita pastoral, moralizó los gravámenes del clero y reorganizó el colegio de San Pedro, que había sido abandonado tras la expulsión de los jesuitas.

La estadía en Mérida fue realmente corta, apenas vivió un año, ya que en 1777 fue nombrado arzobispo de Santa Fe de Bogotá.  Llegó por mar a Cartagena el 29 de junio de 1778 y respectivamente a la capital el 5 del siguiente mes. Su llegada fue muy comentada, no solo por el prestigio que lo acompañó sino por su gran sabiduría, además, se comentó en sobremanera sobre su valiosa colección de libros de su autoría y otras de autores muy reconocidos. Antonio Caballero y Góngora inició una radical labor pastoral, expresada en la modificación de la renta de los diezmos, reajustó la arquidiócesis mediante la creación de los obispados de Mérida (Venezuela) y Cuenca (Quito). Pretendió fundar un nuevo obispado en Antioquia, colocar la diócesis de Panamá bajo la jurisdicción santafereña, excluyéndola de la jurisdicción de Lima. Pero en esta ambiciosa tarea fracasó. Aunque sí logró organizar un Concilio provincial neogranadino para restablecer la disciplina eclesiástica.

En 1777, llegó a estas tierras un visitador, Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, enviado por la corona española,  Gutiérrez de Piñeres estableció impuestos y normas absurdas, como el impuesto al estanco del tabaco, prohibición del cultivo del tabaco en tierras no autorizadas por las autoridades, erigió  rentas estancadas de naipes y de aguardiente, especialmente en el Socorro y Chiriquí, además organizó la institución encargada del cobro de las rentas, que se llamó la Dirección General de Rentas, estableció las aduanas en Cartagena y Santafé y finalmente, el 12 de octubre de 1780, publicó la Instrucción de nuevos gravámenes, aumentado dos reales la libra de tabaco y otros dos la del aguardiente. Ante esta situación explotó la furia de los habitantes de la Nueva Granada, y nació el movimiento comunero, inicialmente en el Socorro. Esta reacción popular y revolucionaria contra el nuevo régimen de impuestos ordenado por Carlos III, generó que indígenas, mestizos, criollos, esclavizados, cimarrones, y blancos pobres desencadenaran todo tipo de desórdenes públicos, muertes, quemas, ataques violentos contra las autoridades y militares reales y una gran movilización de casi veinte mil hombres hacia la capital para exigir la derogación de los nuevos impuestos.

En el ejercicio de su arzobispado, Antonio Caballero y Góngora tomó una postura fuerte en contra de esta situación.  Antes de que el movimiento tomase un aspecto social más peligroso, Los oidores con ayuda del arzobispo Caballero, enviaron una delegación, en la que se encontraba Juan Francisco Pey y Eustaquio Galavis, para detener el avance violento de los comuneros, lograron hallarlos en Zipaquirá, en donde se les llamó a negociar, el arzobispo de santa Fe, tuvo una participación activa durante esta negociación con los comuneros, se firmó unos acuerdos que terminaron por apaciguar al movimiento popular. Estratégicamente al tiempo las capitulaciones fueron anuladas y Caballero y Góngora instó para que se persiguiera a los cabecillas populares de la rebelión entre los cuales se subrayó a José Antonio Galán. Luego, de ser condenado el arzobispo influyó en la cruel sentencia que se le cargó al líder comunero. No contento con ello, encabezó la represión social y moral contra el movimiento.

Merced a esto, el 6 de julio de 1782 fue nombrado virrey interino por la corona española en recompensa a su valiente y férrea actuación política en la resolución de la amenaza popular. En 1784 se trasladó a Cartagena por una misión que buscaba organizar en poblados a los indígenas de la costa atlántica, dirigió la colonización del Darién, en la que fracasó. Emprendió además nuevas misiones en los llanos de Casanare y San Martín, completadas con las del Caquetá y Putumayo.

Antonio Caballero y Góngora fue reconocido entonces como un personaje cruel e implacable, que no tuvo reparo en reprimir a los comuneros neogranadinos. Aunque también fue un hombre que contribuyó al influjo y aparición de nuevas corrientes educativas y de pensamiento en el virreinato. Por ejemplo, apoyó el desarrollo de la Expedición Botánica en Santa Fe, fomentó el desarrollo de la minería y favoreció la enseñanza de las matemáticas y de las nuevas tendencias científicas que circulaban en Europa. Su ejercicio religioso en la Nueva Granada culminó en el año de 1789, cuando regresó a su Córdoba, ciudad en la cual fue obispo. Antonio Caballero y Góngora falleció a la edad de 73 años en Córdoba, el 24 de marzo de 1796.

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