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Historia de la Zamba

La zamba

Historia de la Zamba

La zamba es un género musical folklórico propio del norte de Argentina. Es importante no confundirla con la samba brasilera, de raíces africanas. Los estudiosos de ella afirman que se derivó de la zamacueca, un estilo musical peruano constituido aproximadamente entre 1810 y 1820, lleno de coquetería entre sus bailarines. María Amor Muñoz, en su manual o libro compilatorio, titulado Argentina y sus danzas, afirma que: «La zamacueca proviene del fandango español que en el siglo XVIII se asienta en Lima (Perú), conservando la pantomima amorosa, pero con el agregado del pañuelo al acriollarse». En Argentina, a inicios del siglo XIX, también entre 1810 y 1830, los escritos personales de José Zapiola Cortés y Maria Graham confirman la existencia de la zamba. El origen del nombre tiene tres posibles significados. El primero se relaciona con el calificativo designado por los españoles para los hijos de esclavos africanos e indígenas: zambos o zambas. El segundo remite a la terminología popular, en donde los cortejos y movimientos de los gallos para así «conquistar» a las gallinas son llamados igual que el baile folklórico. El tercero es tan sólo una conjetura: la deformación de «zamacueca» tras el tiempo y el cambio de cultura.

La zamba se baila prácticamente en un círculo imaginario. Según Muñoz: «La zamba es siempre bailada por parejas individuales, nunca compartida en cuarto». Una de sus más destacadas características es su gran contenido de improvisación, la escogencia de los pasos y los detalles de coquetería suelen ser dejados a la imaginación de los bailarines. La única constante es que el pañuelo debe ser agitado repetitivamente, «revoloteado». Normalmente, por su carácter popular y tradicional, se baila entre un hombre y una mujer; pero, no suena tan descabellado imaginarla entre parejas del mismo sexo. Entre los instrumentos utilizados siempre ella están la guitarra y el bombo legüero. Respecto a su ritmo, la mayoría de los críticos musicales oscilan en otorgarle un compás de 6/8 o uno de ¾. Los bailarines suelen usar cualquier tipo de prendas, pero no debe faltar el pañuelo y las castañuelas.

Es considerada una danza de «pareja suelta», pues los bailarines permanecen separados durante casi toda ella. El hombre, galante, se acerca a la mujer; ella se aleja de él. Saúl Domínguez Saldívar, en su libro La zamba: historia, autores y letras, cita a Carlos Vega para definirla: «todos los rótulos, de todos los lugares en todos los tiempos, dentro de los ciento veinticinco años pasados, denominan una sola y única coreografía básica: la del asedio amoroso a base de vueltas y medias vueltas con juego de pañuelos, una música rítmicamente característica y un texto de particulares estructuras». Según las partituras, la danza puede dividirse en dos partes, además de una introducción; ambas suelen repetirse una sola vez, con un cambio de posición entre los bailarines. Ellas, a su vez, se componen por tres «figuras», las cuales son: vuelta entera, pasando por el lugar donde inició la pareja; media vuelta, o cambio de posiciones; y arresto (o festejo), donde se baila en el espacio que antes separaba a las parejas, en el centro, durante él, sus manos alcanzan a tocarse.

Hay tres pasos empleados en la zamba: el simple, el sobre paso y el punteo. El primero incluye un desplazamiento lento, casi como un caminar, pero moviendo el cuerpo al ritmo de la música. En él, se avanza siguiendo el círculo y la punta del pie debe «mirar» hacia el centro, es decir, hacia la pajera; uno de los pies se cruza por encima del otro. El segundo es más rápido, pero implica el mismo pasar de un pie por encima del otro. Tras el primer paso, en el siguiente los pies deben quedar juntos; la acción se repite hasta donde sea necesario según el espacio. El tercero es similar al primero, pero se golpea el suelo con la punta del pie que queda por detrás del otro. Algunas de las zambas más conocidas son «Alfonsina y el mar», con letra de Félix Luna y música de Ariel Ramírez;  «Zamba de mi esperanza», de Luis H. Morales, sobrenombre usado por Luis Profili; la «Zamba de Vargas», ya perteneciente a la tradición; «La López Pereyra», con música de Artidorio Cresseri y letra de Juan Francia, René Ruiz, Arturo Gambolini, Carlos López Pereyra; y «Zamba para olvidarte», de Daniel Toro.

En la zamba no hay coreografías preestablecidas. Marta Amor Muñoz expone una posible, la cual será resumida en seguida. La posición inicial es uno frente a otro, a una distancia considerable; y suena la introducción. Los bailarines primero dan una vuelta entera, en 8 compases; segundo, un arresto en 4 compases; tercero, media vuelta en 4 compases; cuarto, un arresto en 8 compases; quinto, una media vuelta en 4 compases; sexto, un arresto en 4 compases; y suena una «voz preventiva»; en el séptimo momento, dan una media vuelta, en 4 compases, se encuentran. Otras coreografías admiten los siguientes movimientos: primero una vuelta entera; segundo, un arresto; tercero, una media vuelta; cuarto, un arresto doble; quinto, una media vuelta; sexto, un arresto; y séptimo, la media vuelta y la entrega del pañuelo. Otra más inicia con tres arrestos, luego la salida hacia izquierda o hacia la derecha, en seguida una media vuelta, después un arresto y por último una media vuelta. El final, como todo en el arte, debe ser interpretado con más pasión. Durante él, el caballero coloca su pañuelo en el cuello de la dama, o en sus hombros.

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