Antoine-Laurent de Lavoisier, mejor conocido como Antoine Lavoisier, nació el 26 de Agosto de 1743 en París, Reino de Francia y falleció a sus cincuenta años de edad, el 8 de Mayo de 1794 en París, primera República Francesa. Fue uno de los protagonistas de la Revolución científica XVI-XVII donde se consolidó la formación de la química como ciencia; por esto es considerado como el padre de la química moderna.
Hijo de un abogado, sus primeros pasos se encaminaron al mundo del derecho, incluso llegó a estudiarlo en 1754 en la escuela de élite El Colegio de las cuatro naciones pero, tras escuchar unas conferencias del astrónomo Lacaille, desarrolló un entusiasmo por conocer y practicar las ciencias, de tal modo que se sumergió en la geología y, aunque en ella alcanzó a realizar un notable trabajo, pronto se encontró con la pasión de su vida, la química.
En 1771, a sus veintiocho años, Lavoisier se casó con Marie-Anne Pierrette Paulze, hija de un copropietario de la Ferme générale, compañía encargada del recaudo de impuestos del Reino de Francia en el siglo XVII. La dote le permitió construir un laboratorio totalmente equipado, su esposa fue una ayudante incansable y perseverante para todos los experimentos de su marido. Aunque el compromiso fue por conveniencia económica, el matrimonio fue realmente feliz durante los primeros años. Sin embargo, con el paso del tiempo, el excesivo trabajo de Lavoisier hizo que su bella esposa buscara atención en los brazos de otro.
En 1766 recibió la medalla de oro de la Academia de Ciencias francesa por un ensayo sobre el mejor método de alumbrado público para grandes poblaciones; ocupó diversos cargos públicos, entre esos el de director estatal de los trabajos para la fabricación de pólvora en 1776, fue miembro de una comisión para establecer un sistema uniforme de pesas en 1789 y comisario del tesoro de 1791.
Sus estudios y descubrimientos van desde la oxidación de los cuerpos, el fenómeno de la respiración animal, el análisis del aire, la ley de conservación de la masa o ley Lomonósov Lavoisier, la teoría calórica y la combustión. Demostró que en una reacción química, la cantidad de materia es la misma al final y al comienzo de la reacción. Además investigó la composición del agua y denominó a sus componentes oxígeno e hidrógeno.
Algunos de sus experimentos examinaron la naturaleza de la combustión, demostrando que es un proceso en el que se produce la combinación de una sustancia con oxígeno. También reveló el papel del oxígeno en la respiración de los animales y las plantas. Junto al químico francés Claude Louis Berthollet y otros, concibió una nomenclatura química, o sistema de nombres, que sirve de base al sistema moderno. La describió en la obra Método de nomenclatura química
Entre los muchos descubrimientos de Lavoisier, los que tuvieron más impacto fueron sus estudios sobre los procesos vegetales que se relacionaban con los intercambios gaseosos cuando los animales respiran (1783). Trabajando con el matemático Pierre Simon Laplace, Lavoisier encerró a un conejillo de indias durante unas 10 horas en una campana de vidrio que contenía oxígeno y midió el dióxido de carbono producido. Midió también la cantidad de oxígeno consumido por un hombre en actividad y reposo. Con estos experimentos pudo mostrar que la combustión de compuestos de carbono con oxígeno es la fuente real del calor animal y que el consumo de oxígeno se incrementa durante el trabajo físico.
Todas las teorías que comprobó no estaban sobre el aire, ya muchos científicos habían intentado hallar respuestas a los distintos enigmas del momento, pero fue Boyle quien le dio a Lavoisier, las bases para todo su trabajo científico. Con el paso del tiempo no sólo logró superar a su antecesor, sino que dio inicio a una carrera ascendente de investigaciones, por lo que se denominó a esta era, la “Edad de oro de la Química”
Pero fue una época que él no llegó a ver. Cuando estalló la Revolución francesa en 1789, mientras trabajaba en el cobro de contribuciones, fue arrestado 1793. Aunque muchos intentaron salvarlo, en la mañana del 8 de mayo de 1794, a los cincuenta y tres años, en su cumbre intelectual, fue juzgado y sentenciado a muerte. Cuando Lavoisier pidió que la ejecución de la sentencia se suspendiera un par de semanas para poder completar algunos trabajos científicos, el juez le respondió: «La revolución no necesita científicos». Unas horas después, en lo que ahora es la Plaza de la Concordia, caminó hasta la guillotina con calma y aire digno. Uno de sus contemporáneos científicos, el matemático y astrónomo Joseph-Louis Lagrange comentó: «Sólo tardaron un instante en cortarle la cabeza, pero puede que Francia no produzca otra como la suya en todo un siglo».