Al descubrir la historia del telescopio nos damos cuenta que en cierto modo, la invención de este es aún un misterio, lo mismo que el descubrimiento de sus principios ópticos. No obstante, la investigación moderna considera probable que la óptica básica de los instrumentos para ver a distancia fuera conocida en el siglo XIII, y es cierto que científicos usaron telescopios en Inglaterra al final de la década de 1570 – 80.
De igual forma, la primera solicitud de patente no ocurrió hasta años después, en 1608, y fue en Holanda, no en Inglaterra, donde Hans Lippershey construyó un telescopio para justificar su solicitud. Los instrumentos eras bastos según las normas actuales, pero alentaron la fabricación de una serie de telescopios.
Dicho estímulo por la construcción de telescopios alentaron un año más tarde a Galileo Galilei a construir en Italia lentes de diseño propio. En enero de 1610, había construido un instrumento de 30 aumentos y los revolucionarios resultados que obtuvo estudiando los cielos estimularon el desarrollo del telescopio en toda Europa.
Estos primeros telescopios eran siempre refractores, con una lente delante para captar y enfocar la luz, y un ocular detrás, para examinar la imagen. Todos tenían dos graves defectos, tal como ocurrió con el desarrollo del microscopio
Aunque los primeros telescopios eran refractores, se vio que podía usarse un espejo cóncavo en vez de una lente para llevar la luz a un foco y ser examinada por un ocular. Tal vez se construyeran algunos telescopios reflectores experimentales en el siglo XVI, pero el primer aparato funcional lo proyectó en 1665 James Gregory. Por desgracia su construcción desconcertó a los ópticos, hasta que Isaac Newton en 1668 construyó el primer reflector totalmente satisfactorio como medio de obviar las aberraciones cromática y esférica. Su proyecto, con un pequeño espejo plano para llevar la luz desde el espejo principal al ocular, era relativamente fácil de construir. Sin embargo, la técnica avanzó tanto que en el siglo siguiente, en la década de 1750 – 60, James Short pudo construir telescopios de tipo gregoriano de gran calidad, y pronto los ópticos pudieron reproducir las piezas ópticas igualmente complejas del reflector del francés Cassegrain.
El refractor acromático con su pequeña abertura, se mantuvo en uso para las observaciones astronómicas en que hacía falta precisión en las medidas, y para uso náutico y topográfico. Pero el espacio sólo podía ser explorado con éxito con las grandes aperturas, por lo que, al final de la década de 1770 – 80, William Herschel volvió a los reflectores. Fabricando él mismo las piezas ópticas, construyó una serie de reflectores de tamaño creciente. Sus telescopios pequeños tenían aperturas de 15 a 23 cm, pero sus mayores logros fueron dos instrumentos, uno de 6 m de distancia focal, con un espejo de 46 cm, y uno gigante, de 12 m de distancia focal, con espejo de 1 x 2 m, el más grande de sus época (1789). Ningún refractor podía ser tan grande y el éxito de Herschel en la observación de objetos distantes y de luz débil con los telescopios reflectores convenció de sus ventajas a los astrónomos. Su gran telescopio de 12 x 2 m fue el precursor directo de los telescopios gigantes de los observadores actuales