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Escritores

Miguel Hernández

Biografía de Miguel Hernández
Créditos: Raxom / CC BY-SA 3.0

Biografía de Miguel Hernández

Miguel Hernández Gilabert, nació en Orihuela, España, el 30 de octubre de 1910. Fue un poeta y dramaturgo que goza de gran relevancia dentro del mundo de la literatura española del siglo XX. Pese a que tradicionalmente se le ha encasillado en la generación del 36, mantuvo una mayor proximidad con la generación anterior hasta el punto de ser considerado por Dámaso Alonso como un “genial epígono” de la generación del 27.

Miguel Hernández, pertenecía a una familia humilde, motivo por el que se vio obligado a abandonar muy pronto la escuela pese a que tenía un inmenso deseo por aprender, ya que su padre lo forzó a que cuidara el rebaño de ovejas que poseían. Sin embargo, aprovechando siempre los ratos libres, Miguel Hernández consiguió desarrollar su gran capacidad para escribir poesía gracias a que era un gran lector de poesía clásica española y leía a grandes maestros como: Paul Verlaine, Miguel de Cervantes, Pedro Calderón de la Barca y, sobre todo, a Luis de Góngora.

Así, tiempo después, se hizo parte de la tertulia literaria de Orihuela, donde conoció a Ramón Sijé, con quien estableció una gran amistad. Entonces a partir de 1930, comenzó a publicar algunas de sus poesías en revistas como “El Pueblo de Orihuela” y “El Día de Alicante”. Por esa misma década, partió rumbo a Madrid y colaboró en distintas publicaciones, estableciendo relación con otros poetas de la época. A su retorno a Orihuela, redactó “Perito en Lunas”, donde refleja la influencia de los autores que leyó durante su infancia. Entonces, decidió establecerse en Madrid, donde se desempeñó como redactor en el Diccionario taurino de Cossío y en las Misiones pedagógicas de Casona; colaborando además en otras importantes revistas. Por estos años, escribió los poemas titulados: “El silbo vulnerado”, “Imagen de tu huella”, y uno de los más conocidos: “El Rayo que no cesa”.

Más tarde, tomó parte activa en la Guerra Civil española, y cuando ésta finalizó, intentó dejar el país, pero fue detenido en la frontera con Portugal.

Durante la guerra compuso: “Viento del pueblo” (1937) y “El hombre acecha” (1938), a este estilo se le denominó: “Poesía de guerra”. Fue entonces sentenciado a pena de muerte, que posteriormente fue cambiada por una pena de treinta años gracias a la intervención de unos influyentes amigos. Durante su estancia en la cárcel, terminó “Cancionero” y “Romancero de ausencias”.

Trágicamente, Miguel Hernández dio su último aliento de vida afligido por lo que se cree que fue una terrible bronquitis o una tuberculosis el 28 de marzo de 1942 en la prisión de Alicante, sin llegar a cumplir la pena que le había sido impuesta y teniendo para entonces sólo 31 años.

Es posible afirmar que escritores como Garcilaso de la Vega y Luis de Góngora, tuvieron una marcada influencia en sus versos, especialmente durante su etapa juvenil. Sumado a ellos, también conoció la producción de otros grandes como Rubén Darío y Antonio Machado.

Durante las tertulias literarias de su ciudad natal organizadas por Ramón Sijé, se relacionó con la mujer que se convertiría en la gran inspiración para muchos de sus poemas: Josefina Manresa.

En aquel viaje que realizó a Madrid con veinticuatro años, conoció a grandes como Vicente Aleixandre y Pablo Neruda; con este último, fundó la revista “Caballo Verde”.

Fue tal la influencia de Neruda sobre el joven Hernández que las ideas marxistas de éste, provocaron que abandonara la religión católica y tomara posiciones de compromiso beligerante durante la Guerra Civil Española.

Fue durante dicha guerra que se casó con Josefina Manresa, publicando además poemas en las revistas “El Mono Azul”, “Hora de España” y “Nueva Cultura”, y ofreciendo numerosos recitales en el frente.

Otros hechos que marcaron su vida y su obra poética fueron el fallecimiento de su primer hijo en 1938 y el nacimiento del segundo en 1939.

“Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!” (Pablo Neruda).

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