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Gutierre de Cetina
Biografía de Gutierre de Cetina
Gutierre de Cetina (1520 – 1557) poeta español del Renacimiento y del Siglo de Oro español. Uno de los máximos representantes del Renacimiento. Su padre fue Beltrán de Cetina y Alcocer. Se crio dentro de una familia noble y adinerada. En su juventud se trasladó a Sevilla, conoció a Francisca del Castillo y Zanabria, de origen morisco, quien sería su futura esposa.
Petrarca, fue quien inspiró su estilo. Además de Petrarca, le inspiraron Luigi Tansillo, Ludovico Ariosto y Pietro Bembo. Cetina, logró ser uno de los poetas españoles italianizantes después de Garcilaso de la Vega. Luego, Gutierre de Cetina se trasladó a Italia, para servir en las tropas de Carlos V, su orientación poética tuvo ciertos cambios luego de esta experiencia. Luego, estuvo rodeado de un ambiente culto al lado del príncipe de Ascoli, a don Luis de Leyva y Diego Hurtado de Mendoza, con quienes desarrolló una importante amistad.
En el año de 1556 se trasladó a México, lugar donde su tío Gonzalo López, era procurador general. La naturaleza americana impactó en la sensibilidad de Cetina. También en México halló el poeta un amor. Este amor le generó algunos enfrentamientos con Hernando de Nava, un rival celoso.
De la obra poética de Gutierre de Cetina no hay muchas pruebas, y se conocen algunos fragmentos de manuscritos, o testimonios. Bartolomé J. Gallardo, presentó muestras de la obra poética de Cetina. Debemos indicar que, su obra se constituye por madrigales, sonetos, canciones, epístolas y composiciones varias, todas con un estilo italianizante. De manera sorprendente, no existen composiciones de carácter castellano.
Se dice que en México no escribió mucho. Escribió unos selectos, versos dictados por una inspiración heroica: soneto a Cartago. Pero su poesía es casi exclusivamente romántica. Sus musas fueron tres mujeres. Una llamada Amarilis; otra dama, llamada Dórida. Y la última fue Laura Gonzaga. Uno de los madrigales más populares es el siguiente:
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.