Religión

San Agustín de Hipona

Biografía de San Agustín de Hipona

Aurelio Agustín de Hipona (13 de noviembre de 354 – 28 de agosto de 430), teólogo, conocido como San Agustín. Nació en Tagaste, actualmente Argelia. Su padre llamado Patricio, era un funcionario pagano, violento, bebedor e infame, al servicio del Imperio. Su madre Mónica, por el contrario, era dulce y abnegada, vivió su vida bajo la religión cristiana. Ella educó a su hijo en su religión, aunque, no llegó a bautizarlo.  Agustín poseía una personalidad irascible, de actitud soberbia y díscola, aunque excepcionalmente inteligente. Por ello, se hizo cargo de sus estudios, aunque tardó en aplicar a estos; terminadas las clases de gramática en su tierra natal, estudió las artes liberales en Metauro y después retórica en Cartago. En su juventud ciertamente no siguió los preceptos morales inculcados por su madre y hasta los 32 años, llevó una vida licenciosa, aferrado a la herejía maniquea.

A los dieciocho años, Agustín conoció su primera concubina, con la que tuvo un hijo al que nombraron Adeodato. Realmente no fue un padre ejemplar, vivía entre los excesos, tenía una afición desmesurada por el teatro y otros espectáculos públicos, además fue culpado de algunos robos; esta vida le hizo renegar de la religión de su madre. Aseguraba que el cristianismo era una fe impuesta y no estaba fundada en la razón. Comenzó a interesarse por la filosofía, y en estos postulados encontró acomodo durante algún tiempo, se inclinó por el escepticismo moderado. Ahora bien, en Cartago se une a un grupo que predicaba el dogma maniqueo, a partir de ese momento pudo resolver sus numerosas inquietudes frente a diversos problemas morales, que lo acompañaría toda su vida, fue determinante su adhesión al maniqueísmo, la religión de moda en aquella época. Básicamente, sostenía que hay dos principios de todas las cosas, el dualismo, un principio del bien y otro del mal. El primero ha creado las cosas espirituales y el segundo los materiales.

En 384 Agustín de Hipona viaja a Milán para ejercer como profesor de oratoria. Allí profundiza en los antiguos pensadores y devora algunos textos de filosofía neoplatónica. La lectura de los autores neoplatónicos, probablemente debilitó las convicciones maniqueístas de Agustín y modificó su concepción de la esencia divina y de la naturaleza del mal; igual de influyentes serían los sermones de San Ambrosio, obispo de Milán, que argumentaba en base a Plotino para demostrar los dogmas y a quien San Agustín escuchaba con complacencia, además este obispo tenía la habilidad de dar brillantes interpretaciones de la biblia.

“Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti.” San Agustín de Hipona

En su búsqueda de la verdad estudió las epístolas de San Pablo, por medio de ellas descubrió la afirmación de que sólo la gracia de Cristo puede salvar al hombre, doctrina que constituyó otro de los pilares de su pensamiento en un futuro. Con el tiempo se entregó a los himnos ardientes, los ayunos y las diversas abstinencias. Convertido totalmente, en el año 387 cuando tenía 33 años se hizo bautizar por San Ambrosio y se consagró definitivamente al servicio de Dios

. Comenzó a compartir más tiempo con su madre, compartir la palabra de Dios, lamentablemente el tiempo fue corto porque la muerte los interrumpió.

Para el año 388 volvió a África. Algunos años después fue ordenado sacerdote en Hipona por el obispo Valerio, quien le confió la misión de predicar entre los fieles la palabra de Dios, tarea que San Agustín cumplió con entusiasmo. Para ello, el obispo Valerio le donó un huerto donde instituyó un monasterio, allí realizaba predicas, llegando inclusive a enunciar un sermón ante los obispos de África, reunidos en Hipona, en el año 393. Su reconocimiento despertó admiración y odio entre las personas, por ejemplo, recibió fuertes críticas provenientes de las corrientes heréticas y los cismas que amenazaban a la ortodoxia católica, tales como los maniqueos, pelagianos y paganos.

La situación en el imperio romano para el año 410 fue compleja, los paganos reorganizaron sus ataques contra el cristianismo. Como respuesta, San Agustín escribió su gran obra La Ciudad de Dios. Se trata de un compendio de postulados dividido en 22 libros, expresa una nueva forma de sociedad civil, que pretende promover los valores de la humanidad en virtud de vivir conforme a la doctrina cristiana. En conclusión, para Hipona, una Roma plenamente cristiana podría transitar de un imperio terrenal a uno espiritual.

“La medida del amor es amar sin medida.” San Agustín de Hipona

Sus obras filosóficas como los Soliloquios, las Confesiones y La ciudad de Dios, son la muestra de sus extraordinarios testimonios de fe y su sabiduría teológica. Sus disertaciones usualmente tenían como tema central la relación del alma, perdida por el pecado y salvada por la gracia divina. En definitiva, el hombre contiene un alma racional inmortal que se sirve, como instrumento, de un cuerpo material y mortal. De ahí su carácter esencialmente espiritualista, frente a la tendencia cosmológica de la filosofía griega.

Agustín de Hipona vivió 40 años de su vida consagrado al servicio de Dios, falleció a los 72 años de edad, en el año 430. El pensamiento de San Agustín de Hipona extendió un puente entre el mundo clásico y el mundo medieval, además sentó las bases de la filosofía y de la doctrina cristiana.

 

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