Arquitectos
Le Corbusier
Biografía de Le Corbusier
Le Corbusier (6 de octubre de 1887 – 27 de agosto de 1965) arquitecto, urbanista y uno de los pioneros del renacimiento arquitectónico internacional del siglo XX. Nació en La Chaux-de-Fonds, Suiza. Su nombre de bautizo es Charles Édouard Jeanneret-Gris. Su padre trabajó en la industria relojera, su labor principal era lacar las cajas donde vendrían empacados los relojes. Por otro lado, su madre era una maestra de piano muy diestra para el piano. Cuando terminó sus estudios de secundaria se trasladó a la capital francesa de Paris, para ese momento tenía 29 años. Corbusier ingresó a la Escuela de Arte de La Chaux-de-Fonds para estudiar grabado y cincel. Uno de sus maestros, Charles L’Eplattenier, le orientó hacia la pintura.
Luego de un tiempo conoció la arquitectura y este joven suizo quedó fascinado. Empezó a estudiar arduamente, realizó una construcción muy artesanal por cuenta propia. Y en el año 1905 diseñó su primer edificio: la Villa Fallet, una casa unifamiliar proyectada por encargo para un miembro de la Escuela de Arte. A partir de ese momento y en los siguientes diez años realizó numerosos edificios, para ese momento sus obras no tenían un sello propio, Le Corbusier apenas estaba buscándolo. El arquitecto suizo conoció a Auguste Perret y estuvo por un tiempo en su estudio, gracias a Perret conoció y aprendió la técnica de construcción en hormigón armado.
Decidió, por su espíritu curioso y aventurero, realizar un viaje a Alemania para estudiar las tendencias arquitectónicas del país. Allí conoció y trabajó con Peter Behrens, además tuvo la oportunidad de coincidir con Ludwig Mies van der Rohe y Walter Gropius. En 1911 emprendió otros viajes a lugares como Rumanía, Turquía, Grecia e Italia, luego de culminar estos viajes se desempeñó como profesor por dos años en el departamento de arquitectura y decoración de la Escuela de Arte de París.
Le Corbusier es considerado uno de los arquitectos que renovó la arquitectura moderna, un incansable agitador cultural, caracterizado por su gran pasión. Aportó, a través de sus obras escritas, un caudal de ideas innovadoras que han hecho que su obra influya decisivamente en la arquitectura de las generaciones futuras. Ahora bien, sus escritos también lo ubicaron como un personaje muy polémico. El hecho de que se codeara con los mejores arquitectos de la época: Joseff Hoffmann, Auguste Perret y Peter Behrens le da un punto a su favor. Corbusier fundó Amadée Ozenfant, una derivación del cubismo.
Fundó una revista titulada, L’Esprit Nouveau, en esta se expresaba contra la Escuela de Bellas Artes y fustigaba los dictados de una tradición que consideró anquilosada y arcaica. Uno de sus artículos hablaba sobre un nuevo concepto de vivienda, según él la casa debía ser una “máquina para vivir”. No estaba defendiendo la estética ni el espíritu maquinista, sino que veía la casa como una herramienta que debía ser eficaz y funcional como lo eran las máquinas. El avistamiento de la vida moderna ordenaba una serie de cosas que debían satisfacer las necesidades del hombre moderno.
Corbusier decidió adecuar la arquitectura tradicional a la civilización surgida de la revolución industrial. Esto en pocas palabras requería del nacimiento de una nueva arquitectura, y Le Corbusier pensó en cinco puntos básicos: utilización de pilotis (elementos de sustentación), jardines en el tejado, libre conformación de las plantas, ventanales continuos y libre formación de la fachada, todo ello dentro de volúmenes puros. Estas soluciones pasarían a ser las características fundamentales y paradigmáticas del racionalismo arquitectónico.
La utopía de este arquitecto era inventar una nueva realidad urbana, una ciudad que combinara la naturaleza y la tecnología. Para ello, arquitectura y urbanismo debían estar afinadamente integrados. Le Corbusier proyectó en 1922 su ciudad ideal, construida en vertical, con grandes zonas verdes para discurrir por debajo de los edificios. Éstos se levantan sobre pilotis, dejando las plantas bajas como espacios de libre comunicación. Los tejados dejan de ser espacios inútiles para convertirse en jardines; las calles son de amplias dimensiones y el tráfico se organiza en grandes vías de circulación rápida, separadas de las zonas peatonales.
Ante la caótica realidad, Le Corbusier soñó una ciudad de rascacielos conectados por jardines y autopistas, aunque proyectó decenas de rascacielos, no logró construir alguno. Aunque tuvo algunos leves acercamientos con las casas aisladas; una de éstas, fue un magnífico ejemplo del racionalismo corbuseriano: Ville Savoye, caracterizada por sus pilotis, relacionada con el exterior a través de grandes cristaleras y con los espacios interiores conectados. Luego de la Segunda Guerra Mundial, Le Corbusier ideó una ciudad estructurada en unités d’habitation, elementos modulares de un nuevo desarrollo urbanístico.
Un leve ejemplo de ello fue la Unité d’habitation de Marsella, apartamentos dotados de los servicios necesarios para constituirse en unidades autosuficientes su realización terminó en 1952. Los últimos pisos de los edificios de apartamentos albergan tiendas comerciales, mientras que la terraza alberga diversos equipamientos colectivos: gimnasio, pista de atletismo, teatro al aire libre, guardería y piscina, y en la fachada las ventanas y balcones, pintadas de colores vivos rompe la monotonía del hormigón. Esta construcción fue llamada en tono burlescos “la casa del chiflado”.
Debemos afirmar que el edificio constituyó el modelo de nueva arquitectura para futuros arquitectos y muchas de sus ideas fueron utilizadas en construcciones posteriores. Le Corbusier construyó una versión mucho mejor: Unité d’habitation en Nantes y una última en Firminy, diseñada por Le Corbusier el mismo año de su muerte, el arquitecto murió el 27 de agosto de 1965. Su legado fue incalculable, realizó planes urbanísticos para muchas ciudades, París, Argel, Barcelona, Estocolmo, o Saint Dié. Sus escritos todavía son ejemplo a seguir para muchos arquitectos modernos, en la obra Hacia una arquitectura (1923).
Le Corbusier enunció lucidamente los principios generales que imbuirían las nuevas tendencias del urbanismo moderno. Para finalizar debemos afirmar que Le Corbusier propugnó la sectorialización de la ciudad, dividiéndola en áreas especializadas: comerciales, administrativas, lúdicas. Este ideal de ciudad ha sido construido por otros arquitectos, aunque a menudo estas realizaciones solo han sido acercamientos banales con respecto a la fantástica utopía de este arquitecto.