Síguenos en redes

Historia

Historia de las diez plagas de Egipto

Historia de las diez plagas de Egipto
Pixabay / Libre de derechos

Historia de las diez plagas de Egipto

Las diez plagas de Egipto, suceso que inició, según cálculos de expertos, en junio hasta septiembre. Estas calamidades de tipo sobrenatural, según el Antiguo Testamento y la Torá, fueron comandadas por Dios a los egipcios, debido a las acciones indebidas del soberano, poner a los hebreos bajo condición de esclavitud en su reino. Moisés y Aarón advierten al faraón que, de no liberar a su pueblo, Dios enviaría un castigo, diez grandes males que caerían sobre Egipto uno a uno. El faraón no asistió a tal exigencia. En consecuencia, las diez plagas comenzaron a revelarse.

La primera plaga: Dios habla a Moisés, le ordenó que cuando el faraón estuviera en la orilla del Nilo le exigiera la liberación de su pueblo, de no ser así Moisés debía golpear con un cayado las aguas del rio y estas se volverán sangre, al igual que todas las fuentes de agua de Egipto, así, el pueblo egipcio no tendrá agua para beber. A la mañana siguiente, luego de la exigencia, el faraón se mostró indócil, así que Moisés golpeó el agua, instantáneamente el agua de Egipto desapareció. El soberano mando a excavar nuevos pozos, sin hallar ni una gota de agua. A pesar de ello, el faraón no dio su brazo a torcer.

Nuevamente el Señor habló a Moisés instándole para que retomará la petición, de no ser aceptada mandará la segunda plaga, una enorme invasión de ranas. Contra él, sus familiares y sus siervos. Los millares de ranas invadirán cada rincón de su casa. Moisés y Aarón comunicaron al rey la orden del Señor. Pero el Faraón se mantuvo inflexible. Aarón extendió entonces su mano, súbitamente brotaron de la tierra millones de ranas, se encontraban por los caminos, en las casas, bajo los tejados, sobre los lechos, en los hornos, en los pozos, en los platos. Como resultado, el faraón rogó a Moisés y Aarón que cesaran la insoportable plaga a cambio de la liberación de Israel. Moisés oró al Señor. Inmediatamente murieron las ranas, eran tantas que su hedor inundaba el aire egipcio. Luego, el faraón, echar para atrás su decisión.

Entonces el Señor dijo a Moisés, vendrá sobre Egipto una plaga de mosquitos. Aarón deberá golpear el polvo de la tierra con el cayado y proliferará una irrupción de mosquitos sobre todo el país de Egipto durante un día. Moisés llevó la orden, acto seguido, el aire fue un enjambre de mosquitos, atacaban a las personas y animales.  En pocas palabras, todo el polvo de la tierra se había convertido en mosquitos. El faraón llamo a los magos para que revirtieran esta plaga, no tuvieron éxito, nadie podía defenderse ante la ferocidad de sus picaduras. El Faraón despreció el castigo de Dios y no permitió que partieran de su país.

En la cuarta plaga, el Señor ordenó a Moisés buscar al faraón mientras caminaba por la orilla del Nilo y exigiera en nombre del Dios de los hebreos su liberación, de no acudir al llamado lloverán tábanos por doquier, solamente quedará libre de ellos la tierra de Gesén. Este acto para comprobar el verdadero poder del Dios de Israel. Así fue, enjambres de tábanos cayeron sobre el Faraón, sobre su casa y sobre su pueblo. El faraón nuevamente prometió dejarlos marchar, si los libraban de tan insoportables insectos. Moisés oró al Señor para que cesara la plaga. En efecto, no quedó ninguno. Pero el Faraón no dejó marchar a Israel.

Ante el duro corazón del faraón, el Señor ordenó a Moisés enviar el mismo mensaje al soberano, en caso contrario, su mano se descargaría sobre la totalidad del ganado de Egipto, caballos, asnos, camellos, bueyes y ovejas, causándoles la muerte. En cambio, del ganado de los hijos de Israel ni un solo animal perecería. Al día siguiente, aconteció un verdadero, no quedó con vida ni un solo animal, por el contrario, no murió una sola cabeza del ganado de Israel. Más tampoco esta vez obedeció el Faraón al Señor.

Moisés y Aarón obedeciendo al Señor tomaron ceniza de los hornos de ladrillos y la lanzaron en grandes puñados. La ceniza se volvió finísimo polvo y cubrió todo Egipto. Causó en las pieles de los hombres y animales horribles úlceras y pústulas. Ni siquiera los magos pudieron salvarse de ellas. La arrogancia del faraón estaba haciendo perecer a su pueblo, sin importar, estas graves situaciones el faraón se mostró reacio ante la liberación de los esclavos hebreos.

Ante esto, el Señor quiso demostrar que no existía Dios semejante sobre la tierra. Por lo que ordenó la liberación del pueblo de Israel, sino caería una granizada. Será tan fuerte que el egipcio que no se refugie será golpeado hasta morir. Al siguiente día, Moisés extendió la mano al cielo, empezó una granizada gruesa y tupida. Los campos, los árboles, las casas y el ganado fueron destrozados. Pero Gesén, ni siquiera sintió la temible tempestad. Asustado el faraón, hizo llamar a Moisés y Aarón para que cesara la tempestad, además, aceptó que había pecado.  Como respuesta Moisés hizo su oración y cesó el granizo. Pero, nuevamente el faraón incumplió su palabra.

Ante la desobediencia del faraón, el Señor hizo venir infinidad de langostas sobre todo el territorio, devorarán todo a su paso e invadirán caminos, casas, huertos y graneros. Los siervos del faraón, desesperados, imploraron al soberano dejará marchar a los hebreos al desierto. Los siervos buscaron a Moisés y Aarón y los persuadieron para que volviesen al Faraón. Estando allí, el faraón les dijo que dejaría marchar solo a los hombres. Entonces Moisés extendió su mano e inmediatamente Egipto estaba plagado de langostas. Nuevamente, el faraón pidió perdón, y las langostas fueron arrojadas por un viento del Oeste al Alar Rojo. Dicho perdón fue falso.

Ahora bien, Moisés extendió la mano y surgió una tupida neblina que no dejo ver a los egipcios, durante tres días nadie pudo salir de su casa. Solamente los hijos de Israel continuaron teniendo aire y sol en sus casas. Ante esto, el soberano anunció que dejaría marchar a todos; excepto al rebaño de Israel. Pero los hebreos no aceptaron tal cosa.

El Señor aseguró a Moisés que, con la siguiente plaga, la décima y última, el faraón los dejara marchar al desierto. El Señor dijo que morirán todos los primogénitos, y habrá grandes lamentaciones por todo Egipto. Pero en Geses todo estará en calma, todos los siervos del faraón vendrán a mí y rogarán que parta con todo mi pueblo.

El Faraón y sus siervos y todos los egipcios se levantaron, en todo el país hubo llantos, porque no existía un hogar donde no hubiera un muerto. Egipto se llenó de sepulcros.  El Faraón llamó a Moisés y le ordenó que partiese hacia el desierto con todo su pueblo y sus rebaños.

Partieron a la cabeza de su libertador Moisés, casi seiscientos mil; cada cual llevaba entre los pliegues del manto la masa para el pan. Los hombres adultos a pie, las mujeres y los niños en los camellos y muchos rebaños de toda clase de ganado. Este acto representó la victoria de Moisés sobre la infamia faraónica y el alto de una importunada esclavitud.

Advertisement

Escritores

Celebridades