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Historia

Historia de David y Goliat

Historia de David y Goliat
Tiziano Vecelli / Dominio Público

Historia de David y Goliat

David y Goliat es una historia bíblica que aparece en el libro de Samuel, la cual cuenta la batalla desigual que sostienen estos dos personajes.

El origen de este mito comienza cuando el primer monarca del Reino de Israel, el rey Saúl, desobedece a Dios, quien le había encargado destruir a todos los amalecitas (amalequitas) que se habían enfrentado a él en la batalla de Michmash. Como Saúl no lo hizo, perdió el don de Dios y dejó de ser el ungido, el elegido para gobernar Israel. Entonces el profeta Samuel recibió instrucciones divinas de buscar en Belén a un pastor llamado Jesé, porque uno de sus hijos sería el nuevo ungido, y él lo sabría con solo verlo. Dado que el profeta Samuel no podía separarse de Saúl, o recibiría un castigo por parte de este, le mintió diciéndole que debía viajar para realizar un sacrificio en la lejanía. Es así como Samuel logra salir del castillo de Saúl y ponerse en busca del nuevo ungido. En Belén, tal y como le había sido comunicado, encuentra al pastor Jesé, a quien le invita a presentarle a sus hijos. Este le presento uno a uno siete de sus hijos, pero ninguno resultó ser el elegido. Así que Samuel le preguntó si tenía algún otro hijo, y Jesé le presentó a David, el menor de toda su descendencia. El profeta supo de inmediato que estaba ante el nuevo ungido, quien era un joven rubio, prudente y de buen aspecto. Debido a la gracia de Dios, David obtuvo el cargo de músico al servicio del rey Saúl para tocar el arpa. Y era tan bueno haciéndolo, que le agradó al rey israelí.

Mientras Israel estaba bajo el mando de Saúl, también estaba en guerra con el pueblo filisteo. Un soldado de esta comunidad, Goliat de Gat, descrito en la Biblia por Samuel como un gigante, pues medía seis codos más un palmo de altura, retó al ejército de Israel hostigándolos durante cuarenta días para que enviaran al más fuerte de sus guerreros a enfrentarse con él. Goliat y sus hombres estaban tan convencidos de su victoria, que si algún israelí aceptaba el duelo y lograba vencerlo dándole muerte, los filisteos pasarían a ser esclavos de los israelís; pero, por el contrario, si él ganaba, el pueblo de Israel pasaría a ser esclavizado por Goliat y sus hombres. Temerosos por las descomunales proporciones de Goliat y por aquello que estaba en juego, ningún soldado del ejército israelí se decidía a enfrentar el desafío.

Mientras tanto, Jesé le había encargado a David que fuera a visitar al campamento israelí a sus hermanos, que eran soldados bajo las órdenes de Saúl. Es en esto cuando David escuchó a Goliat desafiando al ejército, y decidió ir con Saúl para preguntarle si él podía enfrentarlo. El rey Saúl aceptó y le dio su armadura, pero esta no le quedó bien. Es por esto que David salió al encuentro con su ropa habitual de pastor y armado únicamente con una honda, con la que solía defender a su rebaño de ovejas de los lobos. En el camino tomó cinco piedras y se plantó frente a Goliat, quien se burló al verlo. El hijo más joven de David proclamó entonces:

«Toda la Tierra ha de saber que hay Dios en Israel. Y toda esta asamblea sabrá que no es por la espada ni por la lanza que salva Yahveh, porque Yahveh es la guerra y nos entrega en nuestras manos» (Sam 17:46-47)

Acto seguido, David coloca una de las piedras en su honda y la lanza a Goliat, dándole en la mitad de la frente. Goliat cae por el golpe recibido, y su contrincante aprovecha para decapitarlo con su propia espada.

Luego de esto, David logró la confianza tanto del pueblo israelita como de los hijos de Saúl, Jonathan y Mical, quien sería su esposa. Este hecho hizo que el rey Saúl se sintiera amenazado y mandara perseguirle. Entonces David huyó hacia el desierto con un grupo soldados y aceptó refugiarse en la ciudad de Siclag gracias al favor del rey de los filisteos, Aquis de Gat. En la batalla que sostuvieron estos en Gilboá contra Israel, y de la que no pudo hacer parte David, murió Saúl y Jonathan, su hijo, por lo que el trono quedó vació. David quiso hacerse rey entonces, pero sus detractores trajeron a un pariente lejano de Saúl para que gobernara, Isboset. Este no pudo ocupar el puesto de rey porque fue asesinado por dos servidores de David, quienes a su vez fueron asesinados por obrar por su propia cuenta y en contra de los deseos del ungido. Para evitar conflictos con los filisteos y los israelís, David buscó una ciudad neutral, y la encontró en Jebús, haciéndose rey ahí y luego renombrándola como Jerusalén, cuando logró unificar las doce tribus de Israel.

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