Golpe de Estado en Argentina del 28 de septiembre de 1951. Casi al final del primer periodo presidencial de Juan Domingo Perón, Argentina era testigo de un grave déficit económico, restricciones a las libertades cívicas, limitaciones sobre la oposición, cerrar o dificultar los canales de comunicación entre los partidos no oficialistas y la sociedad. Con la reforma constitucional que avalaba la reelección presidencial, así como las medidas de politización de las fuerzas armadas influyeron para que los militares se adhirieran al proyecto golpista.
En cabeza de este complot militar contra el presidente se encontraba Benjamín Menéndez, general retirado del servicio activo que entró a las fuerzas armadas en el año 1942. Lo acompañaron Julio Alsogaray, Tomás Sánchez de Bustamante y Alejandro Agustín Lanusse. Otros tantos como: los oficiales Larcher, Guglialmelli, Álzaga y el capitán de navío Vicente Baroja. En una una reunión secreta convocada por Menéndez asistieron miembros de partidos no peronistas: Arturo Frondizi de la UCR, Américo Ghioldi por el Partido Socialista, Horacio Thedy en representación de los Demócratas Progresistas y Reynaldo Pastor por los Demócratas Nacionales.
En la reunión quedó estipulado que el objetivo del golpe militar era reimplantar la vigencia de la Constitución de 1853 y anular la Constitución de 1949. Este debía realizarse antes de las reelecciones en el mes de noviembre de 1951. En esta reunión secreta se halla el militar Eduardo Lonardi, quien se mostró algo inconforme por las pretensiones de Menéndez en caso de que el golpe saliera exitoso. Lonardi aseguraba que no debían eliminarse radicalmente las reformas sociales implantadas por el peronismo, cuestión que chocaba contra los proyectos de Menéndez. Por ello, sorpresivamente al poco tiempo Menéndez se lanzó a la ofensiva, temiendo que Lonardi le arrebatara la conducción del golpe.
Comenzando el 28 de septiembre, Menéndez dio inició a este golpe de Estado. No sin antes leer su proclama, donde expuso que este plan militar tenía el apoyo de las fuerzas militares, en su mayoría militares inactivos, y el respaldo de figuras prominentes de los partidos políticos convencidos de la necesidad de una verdadera democracia, que asegurara la conciliación nacional y el retorno a una vida digna.
El lugar del golpe fue en el Campo de Mayo, donde los golpistas sólo lograron llevar de ciento ochenta tanques la vergonzosa cantidad de dos o tres. Rápidamente el presidente declaró el estado de guerra interno, encabezado por el general Ángel Solari. La Confederación General de Trabajo en apoyo a Perón dispuso una huelga general, asimismo se llevó a cabo una concentración de miles de simpatizantes del gobierno en Plaza de Mayo. En ese momento, sobrevolaba una escuadrilla de 20 aviones desde Punta Indio dispuestas a bombardear la Casa de Gobierno, pero el comandante Baroja, quien estaba al mando, advertido de la presencia de los manifestantes, decidió abortar la operación para evitar una masacre.
A las tres de la tarde todo había terminado, cuando fue claro el fracaso, el jefe de la Aviación Naval, capitán de navío Vicente Baroja, miembro del intento golpista, escapó al Uruguay. Otros tantos fueron capturados. Horas después, Perón pudo dirigirse tranquilamente a la Plaza de Mayo, en ese lugar Perón aseguró que este acto estuvo influenciado por las oscuras fuerzas del capitalismo y del comunismo. Además, se refirió a los militares golpistas como hombres que deshonraron el uniforme de la patria. Por ello, los consideró merecedores de la pena de ejecución. En las horas de la noche de este mismo día, Eva en su lecho de muerte pronunció un hermoso discurso, emitido por las emisoras radiales, de agradecimiento a todos los argentinos que se unieron para defender el peronismo.
El estado de guerra interno continuó durante el segundo periodo presidencial de Perón. Los condenados fueron indultados y sus penas fueron mucho más suaves, de lo que Eva Perón hubiese querido, Menéndez fue condenado a quince años de prisión, pero no fue destituido. Otros oficiales, como Rodolfo Larcher, Armando Repetto y Julio Alsogaray, a seis años de reclusión; otros tantos fueron condenados entre 5 y 1 año de prisión. Otros militares recibieron sanciones administrativas, alrededor de 200 oficiales fueron destituidos de su carrera militar. Gran cantidad de oficiales oficialistas, políticos peronistas y los ciudadanos simpatizantes exigían la pena de muerte para estos hombres, en especial para Menéndez.
Pero, varios años después, muchos aseguraron que la decisión de Perón de perdonarles la vida a estos militares fue un puñal que él mismo se clavó. En el año 1955, se llevó a cabo otro golpe de Estado contra el gobierno constitucional peronista, durante su segundo periodo presidencial. Esta acción cívico-militar fue comandada por Lonardi, participe del golpe militar fallido en 1951. Las fuerzas golpistas lograron algo muy importante tras varios días de asedio: la renuncia de Perón. Finalmente, Perón se exilió en la nación paraguaya. Poco después, Lonardi se nombró a sí mismo como “presidente provisional de la Nación”, y estableció la sede provisoria del gobierno en la Ciudad de Córdoba.