Arte
Miguel Ángel
Biografía de Miguel Ángel Buonarrotti
Miguel Ángel Buonarrotti fue un pintor, escultor y arquitecto italiano. Nació en Caprese, el 6 de marzo de 1475, en el seno de una familia aristocrática. La madre de Miguel Ángel falleció cuando él tenía tan sólo seis años. En esa época conoció a Francesco Granicci, quien le animó a pintar, a pesar de que su padre no aprobaba esa profesión.
A los trece años de edad, tras superar el descontento de su padre, ingresa al taller de Doménico Ghirlandaio donde aprende pintura y dibujo. En 1489, después de un corto tiempo en la “bottega”, el estudio de Ghirlandaio, Lorenzo de Médicis le abre las puertas de su palacio. Miguel Ángel acepta la propuesta debido a que se siente atraído por la escultura. Allí adquiere una profunda formación humanística al lado de miembros tan destacados como Marsilio Ficino y Pico della Mirandola.
La vida de Miguel Ángel transcurrió entre Florencia y Roma,ciudades que conservan sus obras maestras. En 1492, tras la muerte de su mecenas Lorenzo de Médicis, emprendió un viaje por Venecia y Bolonia donde estudio las obras de Jacobo della Quercia en la iglesia de San Petronio. De regreso a Florencia, en 1495, esculpió El Descendimiento y La Vírgen de Manchester. Desde su juventud sintió siente una gran admiración por la anatomía, por lo que acudía en las noches al depósito municipal de cadáveres para practicar disecciones con el propósito de conocer mejor la estructura interna del cuerpo humano. Viajó a Roma por primera vez en julio de 1496 y, una vez ahí, realizó tres de las esculturas que cuentan con mayor reconocimiento a nivel mundial: Baco Ebrio, El Cupido Durmiente y La Piedad.
“El genio es paciencia eterna.” Miguel Ángel
En 1501, regresó a Florencia donde esculpió el David, que representa la belleza perfecta y resume los valores del humanismo renacentista. En el año 1505, el papa Julio II lo llamó a Roma para que esculpiera su mausoleo. Trabajó en esto hasta 1545 y sólo consiguió terminar dos esculturas, Moisés y dos Esclavos. Julio II también le pide que decore la Capilla Sixtina, obra que realiza entre 1508 y 1512 y que puede ser considerada su creación más sublime.
En 1516, regresó a Florencia ya que el papa León X le encargó la decoración de la fachada de San Lorenzo, obra que al final no se realizó. Sin embargo, estando ahí, creó los planos de la Biblioteca Laurentina y la Capilla Medicea o Sacristía Nueva, en la que se alojaron las tumbas de Giuliano y Lorenzo de Médici, para las que cinceló las estatuas de La Aurora y el Crepúsculo y La Noche y el Dia.
En 1534, Miguel Ángel se establece definitivamente en Roma, donde realizó El juicio Final, en la Capilla Sixtina, y supervisó las obras de la basílica de San Pedro, modificando esencialmente sus planos, y esbozó la cúpula como obra suya. Igualmente diseñó la Escalinata del Capitolio y el Palacio de los Conservadores.
La fama de Miguel Ángel llegó a los más alto en los últimos años de su vida, al ser nombrado jefe de la Academia de Dibujo de Florencia. A Miguel Ángel se le conoció por una facultad denominada terribilitá, dicha locución denota aspectos como el rigor físico, la intensidad emocional y el entusiasmo creativo presente en sus obras.
Usualmente se reconoce a Miguel Ángel como la figura más grande del Renacimiento italiano, se le define como el maestro de lo sublime, de los efectos grandiosos. Cualidades que cubren su obra de principio a fin y que predominaron decisivamente en las corrientes artísticas del siglo XVI, tanto por su clasicismo como por su complejidad.
Su carrera duró cerca de setenta y años, y durante este tiempo cultivó en el mismo grado la pintura, la escultura y la arquitectura, obteniendo resultados excepcionales en cada una de estas vertientes artísticas. Sus contemporáneos veían en las obras de Miguel Ángel una “esencia”, a la que se atribuye la grandeza de su genio, persistente en todas sus obras, que les otorga su grandeza y su sello personal único.
“El mayor peligro para la mayoría de nosotros no es que nuestra meta sea demasiado alta y no la alcancemos, sino que sea demasiado baja y la consigamos.” Miguel Ángel
Sin la presencia de este genio, la humanidad se habría privado de las formas sublimes del barroco. En la obra de Miguel Ángel se plasma el deseo de inmortalidad por una razón inmanente: es bella. Esta aseveración cobra todo su sentido al admirar la Capilla Sixtina, la figura de Moisés o la esbeltez del David. Miguel Ángel practicó el arte como un voto: se privó de los placeres terrenales y se dedicó de lleno a su arte.
Aunque el reconocimiento de sus coetáneos fue mezquino en casi todas las ocasiones, hoy la Capilla Sixtina es lugar de peregrinación para millones de personas de todo el mundo que, deslumbradas por las pinturas que el genio hizo en su bóveda, quedan embelesados ante lo que puede el genio de un mortal. Podemos decir que en el arte hay un antes y un después de Miguel Ángel. La humanidad tiene adquirida una gran deuda de agradecimiento con él. La figura de Miguel Ángel excede ampliamente las convenciones normales.