Religión
Martín de Porres
Biografía de Martín de Porres
San Martín de Porres Velázquez (9 de diciembre de 1579-3 de noviembre de 1639) Nació en Lima, Perú. Fraile peruano, perteneciente a la orden de los dominicos, fue el primer mulato en convertirse en santo, tras su canonización llevada a cabo por el Sumo Pontífice Juan XXIII en 1962. Martin de Porres fue el hijo de un hidalgo español, el cual le procuró los cuidados y la educación apropiada sin reconocerle oficialmente; creció en Lima en donde fue criado por doña Isabel García Michel, rodeado de personas de su misma etnia, posteriormente fue educado como boticario profesión en la que se destacó, llegando a ser conocido como curador de enfermos, desde entonces encontró su vocación en el servicio, lo que más tarde le llevó a unirse en calidad de aspirante al convento dominico de Nuestra Señora del Rosario, en donde fue conocido por su disciplina y amor por el servicio.
Hijo del hidalgo español, Juan de Porres y la negra liberta Ana Velásquez, los cuales entablaron una relación mientras el español pertenecía a la Orden Militar, lo que le impidió hacer oficial la relación con la madre del fraile, de la unión de estos nacieron Martin y Juana; hacia finales de la década de 1580, su padre decidió llevar a sus dos hijos a Guayaquil en donde residían algunos de sus parientes, sin embargo, al estar en Guayaquil su familia no aceptó a Martin, quien debió regresar a Lima, quedando al cuidado de doña Isabel García Michel, junto a la cual vivió en el barrio de San Lázaro, sector poblado por personas de diversas etnias, en su mayoría descendientes de africanos. A comienzos de la siguiente década comenzó a prepararse para recibir el sacramento de la Confirmación, el cual le fue otorgado por el arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo en 1591.
Más tarde inició su formación como boticario en la casa del nuero de su tutora, Mateo Pastor, este le enseñó como mezclar y realizar los preparados para tratar enfermos, en poco tiempo comenzó a poner en práctica lo aprendido, sobresaliendo por sus conocimiento y habilidades, con las cuales trató a numeras personas; con el paso del tiempo empezó a ser llamado curador de enfermos y gran herbolario. Por el mismo periodo de tiempo comenzó a trabajar como aprendiz de barbero, profesión que le permitió adquirir conocimientos sobre cirugía menor y anatomía. Todas estas habilidades desarrolladas en esta etapa fueron de gran valor en el momento en que este inicio su servicio en la orden dominica.
La vocación de Martin de Porres
Mientras ejercía como boticario y aprendiz de barbero, comenzó a interesarse por la vocación religiosa y el servicio a los otros, pero esta profesión era de difícil acceso para personas de la etnia del joven Porres, tras varios intentos y algunas limitaciones consiguió entrar al convento dominico de Nuestra Señora del Rosario en 1594, en calidad de aspirante a conventual sin opción de postularse para el sacerdocio, durante los primeros años en el convento el trato a este fue diferente al de sus compañeros frailes, en gran medida esto era debido a la procedencia de Porres y su color de piel. En el convento Porres se desempeñó primero como campanero, oficio que ejercía con disciplina y amor, siempre puntual y dispuesto a la oración, actitudes que le valieron el respeto de algunos de los miembros de la orden, sin embargo, su etnia le trajo varios sin sabores y pruebas a su espíritu, aun así, el aspirante siempre fue respetuoso y obediente a los dominicos.
Porres llevó a cabo diversas labores en el convento, como barbero, boticario y ropero, entre otras; En 1604 fue designado como enfermero, labor en la que sobresalió gracias a los conocimientos y experiencia previa que adquirió en su juventud; durante su servicio en la enfermería realizaba procedimientos como: extracciones de muelas, sangrías, entablillados, suturas y extirpaciones de lobanillos, entre otros; por su labor en pro de los más necesitados empezó a ganar reputación, siendo visitado por numerosas personas afectadas por diversas enfermedades. El bondadoso religioso ayudó a las personas necesitadas de diversas maneras, se preocupó por darle comida a los hambrientos, curar y visitar a los enfermos que no podían llegar hasta él, asimismo proyectó este amor y bondad por los animales indefensos, su gran corazón le valió el amor y respeto de numerosas personas, las cuales comentaron y difundieron diferentes relatos sobre el piadoso religioso.
Durante la estancia de este en el convento fue conocido por su sobriedad, disciplina y frugalidad, viviendo de manera austera, comiendo poco y usando solo su hábito blanco con el cual fue enterrado en 1639. Así mismo fue un conocido practicante de la mortificación de cuerpo, práctica que llevaba a cabo tres veces al día evitando que esta afectara sus labores en el convento, por su devoción y espiritualidad se cree que este fue uno de los religiosos que recibieron el don de la videncia, presenciando apariciones y tentaciones del demonio, según varios relatos sobre este el monje brillaba y algunas ocasiones fue visto levitando y hablando en diferentes lenguas. Desde finales de la década de 1610, su salud comenzó a deteriorarse, padeciendo fiebres elevadas, aun así, continuó llevando a cabo sus labores en el convento, sin embargo, dos décadas después el fraile fue afectado por el tabardillo pestilencial, enfermedad que provocaba fiebres fuertes y pequeñas manchas de color amoratado, falleciendo el 3 de noviembre de 1936. Por los milagros concedidos por este fue beatificado el 29 de octubre de 1837 por el Papa Gregorio XVI y más de un siglo después fue canonizado por el Papa Juan XXIII, el 6 de mayo de 1962, convirtiéndose en el primer mulato de origen americano en convertirse en santo; el cual es representado y conocido como el Santo de la escoba, su fiesta es el 3 de noviembre y las personas apelan a este en momentos de necesidad y enfermedad.