Historia

Justicia

Historia de la Justicia

La justicia, del latín iustitia, es definida por el diccionario de la Real Academia Española (RAE), en su primera acepción, como: «f. Principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece». Establecer una historia de la justicia requiere un gran número de páginas y de referencias, por ejemplo, algunas que remitan al derecho y sus orígenes. No obstante, se realizará un panorama de ella en las culturas griegas y romanas (aceptando que pueblos anteriores también han desarrollado códigos normativos y representaciones de la justicia), pasando después por el Cristianismo y el periodo de la Edad Media, para concluir en los tiempos actuales. Antes, cabe mencionar o especular que la aplicación del concepto de justicia varía dependiendo de las culturas y las épocas; también, que puede relacionarse con aspectos sociales, religiosos, morales, legislativos y jurídicos.

En la mitología griega, Dice, o Diké, es la encarnación de la justicia en el sistema humano. En los textos de Hesíodo se la describe como hija de Zeus y Temis. Ella pertenece al grupo de las Horas, diosas del orden de la naturaleza y de las estaciones que luego fueron asociadas con el orden en general y la justicia. Dice se encontraba al tanto de las acciones humanas y de los juicios que ellos mismos realizaban; algunas versiones la sitúan como una consejera del mismo Zeus. Su figura se asocia con la de las Erinias, pero se le atribuye la posibilidad de premiar a los justos; es la antítesis de Adicia, o injusticia. En algunas obras de Píndaro se la define  como la madre de Homonoeia, la concordia, Diceosina, la rectitud, Hesykhia, la quietud o descanso, y Areté, la virtud, a la cual se someterían los grandes guerreros de las historias griegas. El exceso de las malas decisiones humanas la enfermaba. Un día, a raíz de todo eso, se fue al cielo y abandonó al pueblo.

Tras la consolidación del Imperio Romano y la actualización de sus dioses, la figura de Dice fue reemplazada por la de la diosa romana de la Justicia o Iustitia, la popular «Dama de la Justicia». En ella, los romanos mezclaron características de la diosa egipcia Isis, de las griegas Temis, Tique, la suerte, y Dice y de las romanas Fortuna, el destino, y Némesis, la venganza. El resultado de la fusión es la imagen de una «Dama de la Justicia» con una espada y una balanza: la primero puede representar la equidad; la segundo, el castigo. La balanza se le asignó por unos versos de Baquílides que se han salvado del olvido: «Si algún dios hubiera estado sosteniendo el nivel de la balanza de Dice». Además, en paralelo con esta construcción religiosa, se van realizando avances en relación con el derecho y la creación de códigos. Por ejemplo: Domicio Ulpiano, jurista de la Antigua Roma, cifró las bases p ara las leyes de su territorio de la siguiente forma: «Los preceptos del derecho son: vivir honestamente, no dañar a nadie y dar a cada uno lo que es suyo». El último punto se relaciona estrechamente con la justicia y nuestra definición inicial.

Durante el auge del Cristianismo, la concepción de la justicia estuvo íntimamente ligada a la moral y a preceptos básicos de dicha religión. Ella aparece en varios pasajes de la Biblia. Hay algunos estudiosos que le han otorgado a la palabra, en lengua hebrea, el significado de: «conformidad con la norma». En el Antiguo Testamento, más exactamente en los cinco primeros libros, la justicia juega un papel fundamental. Dios le entregó al pueblo hebreo, por intermedio de Moisés, sus diez mandamientos, los cuales condicionaron sus acciones a partir de ese momento. También les entregaró otros conjuntos de normas y leyes. Es válido mencionar que en el Antiguo Testamento se concentra una frase encontrada también en códigos anteriores y de uso popular: el ojo por ojo, diente por diente. En otras palabras: «El que hiera a alguien y lo mate, será condenado a muerte» (Éxodo, 21:12). Así, se muestra como algo justo retribuir exactamente lo mismo que se recibe. En el Nuevo Testamento, por el contrario, se introduce la ideología de poner la otra mejilla, pues, a fin de cuentas, es Dios quien se encargará de la justicia, si se cree en la vida más allá de la muerte. Puede pensarse que en ello se escondiera una intención fomentar la justicia.

En esa época, términos religiosos, la justicia se relaciona directamente con las normas impuestas por los dioses para el cumplimi ento de los humanos, tanto entre similares, como hacia las mismas deidades. En la Edad Media se reforzarían esas creencias. Incluso, según varias fuentes, se le añadiría la venda a la «Dama de la Justicia», para expresar que ella, pese a no poder ver, sabe en esencia quién es justo; de ahí surgiría la frase de que la justicia es ciega

. De esa época es la acepción séptima de la definición del diccionario de la RAE: «f. Rel. En el cristianismo, una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido». Es importante recalcar que, durante este desarrollo religioso y moral, se fueron consolidando las leyes y normas que basan su accionar en la justicia y que pretenden mantenerla por el mismo bien de la humanidad. El tiempo pasó. Un reconocido axioma dice que: «Toda institución debe velar por la justicia». Ejemplos de lo anterior son la «Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano», de 1789, y también la «Declaración Universal de los Derechos Humanos», que fue promulgada por la ONU en 1948. En los tiempos modernos, con los estudios de derecho, se han popularizado las llamadas «Teorías de la justicia».

La justicia es un concepto en que se pretende «dar a cada uno lo que le corresponde». Así, mediante el establecimiento de normas religiosas y jurídicas, o del derecho, que pretende ser una representación de la justicia, se busca protegerla con el fin de garantizar óptimas relaciones entre los individuos. La justicia está íntimamente ligada a los conceptos de mérito, de voluntad en las acciones humanas y de objetividad. Entonces surge una pregunta: ¿quién decide qué es lo que cada uno merece? En términos judiciales y del derecho, la respuesta se ve fácil; pero, en la vida cotidiana es más difícil de lo que parece.