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Historia del vidrio

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Historia del Vidrio

Al abordar la historia del vidrio descubriremos que no se precisa con exactitud la fecha y el lugar de su origen, sin embargo, se conoce que poco antes de 2000 a. C., se descubrió en Mesopotamia que las mixturas de sílice, arena y un álcali como sosa o potasa sometidas a temperaturas muy elevadas se fundían y licuaban formando un cristal. Mucho antes (3500 – 3200 a. C.), sin embargo, los artesanos de todo el Próximo Oriente habían venido fabricando otro material hecho con los mismos ingredientes y que se conocía en general como loza egipcia. Servía para hacer amuletos y pequeñas vasijas.

Para conseguir la loza egipcia se calentaba la mezcla de arena y de álcali sólo lo suficiente para que los granos de arena se fundiesen y formasen una película vítrea sobre la superficie. Los objetos de vidrio fueron raros y valiosos hasta 1500 a. C. En las tablillas cuneiformes mesopotámicas hay fórmulas para hacer vidrio pero, cosa curiosa, en el antiguo Egipto apenas si se han hallado referencias escritas, pese a ser allí muy importante esta industria, razón por la cual se desconoce si la historia del vidrio tuvo su origen en dicho país o en otro lugar.

Al principio, los artesanos mesopotámicos formaban el trozo de vidrio, lo dejaban enfriar y le daban forma con instrumentos abrasivos como si fuese un trozo de piedra, técnica de larga tradición en el país para la producción de amuletos y sellos. Pronto se descubrió, sin embargo, que era más fácil dar la forma al vidrio cuando todavía estaba caliente y era dúctil. Se hacían las vasijas por dos métodos: o bien se formaba un núcleo de arcilla arenosa en el extremo de la varilla, se sumergía el vidrio fundido y se eliminaba el núcleo después de haberse enfriado la pasta o, por el otro sistema, se preparaban trozos de varilla de vidrio que luego se volvían a calentar, se arrollaban en torno a un núcleo, se calentaban de nuevo y se hacía rodar la pieza sobre una loza de piedra para alisar su superficie.

Inicialmente se hicieron pocos intentos para producir un cristal claro e incoloro. Las materias primas contenían por lo general muchas impurezas. La presencia de compuestos de hierro daba un tono verde o ámbar, en tanto que otras impurezas hacían opaco el vidrio. Con frecuencia se añadían a la pasta fundida compuestos de cobre para teñirlo de azul, y en ocasiones se disponían hilos de vidrio blanco o ámbar sobre la superficie de las vasijas y luego se incrustaban por un nuevo calentamiento.

Estos incómodos procedimientos para moldear el vidrio se mantuvieron en uso hasta el siglo II a. C., cuando se empezó a practicar el soplado en los países orientales. A decir verdad, antes tuvieron que hallar los herreros la forma de producir un largo tubo de hierro para que se pudiera colocar una bola de pasta de vidrio en su extremo, soplar hasta conseguir un globo de finas paredes y luego, con sucesivos calentamientos, irle dando la forma adecuada. El trabajo del vidrio, hasta entonces monopolio del Oriente Medio, se extendió deprisa al Imperio romano.

Como alternativa al soplado libre algunos artesanos preferían emplear moldes con un dibujo grabado en su interior y soplar la pasta de vidrio dentro de ellos. Pero, además, las técnicas del soplado hicieron de la transparencia un característica posible y muy apreciada. Se ponía sumo cuidado en la elección y preparación de los ingredientes de la pasta, a fin de eliminar las impurezas, en especial los compuestos de hierro, y obtener así una materia limpia y transparente como el agua. También se empezaron a utilizar los minerales de cobalto y de manganeso para producir vidrios azules y púrpura, muy distintos de los vedes y los turquesas que daban los compuestos de cobre y que se venían usando desde ya hacía muchos siglos. La adición de dióxido de manganeso neutralizaba el óxido de hierro contenido en la arena impura, que daba al vidrio un tono amarillento o pardo.

Los efectos decorativos se obtenían de múltiples formas. Se podían mezclar pastas de diferentes colores para crear una materia con aspecto de ágata, o bien aplicar a la superficie de las vasijas cordones, varillas y rosetas de vidrio. No obstante, para las piezas excepcionales, la talla con un torno de lapidario proporcionaba las vasijas de cristal más notables que se han producido.

Así, por ejemplo, el Vaso Portland del Museo Británico fue hecho por soplado libre de vidrio azul, sumergiendo luego la mitad inferior en un vidrio opaco blanco. Finalmente se retiraron zonas blancas de este último, produciendo figuras blancas en relieve sobre el fondo azul de la vasija.

Se soplaban piezas de vidrio y se abrían con unas tenazas por el lado opuesto a la caña de hierro. Si entonces se hacía girar esta rápidamente se formaba una hoja circular de cristal, de la que se podían cortar paneles. Así se hicieron por primera vez cristales para ventanas.

Los romanos mejoraron el vidrio ya que, al parecer, supieron obtener en sus hornos temperaturas más elevadas que las hasta entonces conocidas.

Las técnicas del trabajo del vidrio desarrolladas durante el imperio romano se mantuvieron vivas en la Alta Edad Media, en Bizancio y en Oriente, para extenderse después de nuevo por Europa a través de centros como Venecia, célebre en la baja Edad Media por sus cristales.

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