San Gregorio I Magno (c. 540 d. C. – 604 d.C) Nació en Roma, Italia. Sumo pontífice (590-604) y Doctor de la Iglesia. Cursó estudios de Derecho y ejerció como perfecto de Roma entre 572 y 574. Al heredar la fortuna de su padre, donó todo para la construcción de varios monasterios y luego se retiró al Monte Celio. Allí fue ordenado diacono (577) y presbítero (578) por el Papa Benedicto I. Ejerció como Nuncio en Constantinopla (579-586) y fue nombrado Papa tras la muerte de Pelagio II (590). Durante su pontificado enfrento con atinó el cisma del Norte, reformó el clero y se preocupó por la labor misionera de Agustín de Canterbury en Inglaterra.
Nació en el seno de una familia de patricios romanos, por lo que desde su juventud empezó a perfilarse como político. Estudió Derecho y ejerció como prefecto de Roma (praefectus urbis) entre 572 y 574, durante el mandato del entonces emperador Justino II (520-578). Sin embargo, conmovido por la dura situación que atravesaba el imperio, decidió, a la muerte de su padre entregar todo su dinero a los pobres y a la Iglesia, fundando con esto siete monasterios (6 en Sicilia y 1 en el monte Celio). Alejado de la política abrazo la fe en el monasterio dedicado a San Andrés, en el que anteriormente era su palacio del monte Celio.
Tras haber abrazado su vocación religiosa, Gregorio fue nombrado diacono por el entonces sumo pontífice, Benedicto I, en 577. En ese entonces, Benedicto I vio en su experiencia política una razón para sacarlo de su alejamiento y enviarlo como Nuncio en Constantinopla (579-586), donde tuvo la oportunidad de formar una vasta experiencia política y humana. Mientras ejercía como Abad de San Andrés, fue nombrado Sumo pontífice, sucediendo al recién fallecido Pelagio II (520-590).
Fue así que inicio su pontificado enfrentándose a inestabilidad que atravesaba el imperio bizantino, debido a la peste, las campañas lombardas y el sitio de Roma (593). Asimismo tuvo que lidiar con el empeoramiento del cisma del Norte o de los Tres Capítulos y las constantes discusiones con Bizancio. En sus catorce años de pontificado (590-604), tuvo que medirse con todos estos problemas y con otros que él mismo planteo, como la pacificación de la península, la evangelización y unificación católica de Occidente, a la vez que intentaba consolidar la fe católica en los pueblos conversos.
Con lo anterior en mente, Gregorio I ayudó en cuanto pudo a las poblaciones próximas, enviando recursos y misioneros que reemplazaron a las impotentes autoridades imperiales. Cabe mencionarse que, Gregorio I o Gregorio Magno estuvo encargado del territorio de Roma, ejerciendo como prefecto en representación de las autoridades del imperio. Es por esto que a lo largo de su pontificado se le vio llevando a cabo varias tareas políticas y militares, como la negociación con los lombardos (592) y la conversión su reina, Teodolinda. Promovió las misiones evangelizadores en España e Inglaterra, estando esta última a cargo de Agustín de Canterbury. Colaboró estrechamente con el episcopado, los reyes francos y animó en España el proyecto del Recaredo I, quien se habría convertido al catolicismo en el 587 d.C.
Dotado de una gran sensibilidad y capaz de compaginar su trabajo como prefecto y Papa, Gregorio I se dio a la tarea de escribir sobre la fe y la labor de los religiosos. Se enfrentó a los enemigos y críticos de la iglesia a través de sus Epístolas. Las cuales estuvieron dirigidas a diversos destinatarios y trataron diferentes temas. Entre estas sobresalen las dirigidas contra los cismáticos como los donatistas de África y los maniqueos de Sicilia. Siempre preocupado por la formación de los pastores, dedico varias de sus obras a estos, como la Regla Pastoral (591)
Además escribió varios comentarios sobre la biblia y la vida del asceta como Moralia, en la que hablo sobre la vida de Job. También escribió Los Diálogos (593-594), obra en la que de manera simple y clara habla sobre la vida del asceta y la perfección alcanzada en la austeridad, al mismo tiempo que daba ejemplos concretos enumerando los milagros de algunos santos italianos. Esta fue una de sus obras más difundidas, ya que, su popularidad llevo a que fuera traducida a numerosas lenguas. Tras dedicar su vida a la Iglesia, Gregorio I Magno falleció en Roma el 12 de marzo del 604 d.C. Como una de las figuras claves en la consolidación del catolicismo fue nombrado Doctor de la Iglesia en 1295 por Bonifacio VIII. Es uno de los ocho primeros doctores junto a San Ambrosio de Milán, Jerónimo de Estridón y San Agustín de Hipona, entre otros.