Émile Zola (2 de abril de 1840 – 29 de septiembre de 1902) novelista, teórico y máximo representante del naturalismo. Nació en Paris, Francia. su padre un ingeniero de descendencia italiano llamado Francesco Zola, y su madre Émilie Aubert, una mujer ilustrada graduada del colegio Bourbon proveniente de la burguesía francesa. Desde su infancia Émile trabo una bonita amistad con Paul Cézanne, juntos se inclinaron por la literatura romántica, especialmente con la narrativa de Victor Hugo y la poesía de Alfred de Musset, su favorito. Pasaban varias horas leyendo estos importantes personajes y realizando juegos de quien escribía más parecido a ellos.
El padre de Émile murió cuando el apenas tenía siete años de edad, su vida cambió notablemente, Al morir su padre en 1847, se trasladaron a un pueblo de Paris y continuó sus estudios en el instituto Saint-Louis. Esto obstaculizó la amistad con Paul. En la cumbre de su periodo escolar realizó el examen de graduación y reprobó, esta situación lo desanimó mucho. En 1859 encontró un empleo administrativo en la oficina de Aduanas y en 1862 consiguió un trabajo más cercano a lo que le gustaba hacer: escribir, empezó a trabajar para el departamento de publicidad de la editorial Hachette. Aquí terminó de desarrollar su amor por la poesía, la literatura y el teatro, y colaboró para periódicos como Le Figaro, Le Petit Journal y Le Salut Public.
Dos años más tarde, publicó sus primeros libros, un conjunto de relatos titulados Cuentos a Ninon, y una novela autobiográfica que muestra fielmente la influencia del romanticismo en Zola, de este periodo también hace parte la obra La confesión de Claude (1865). Si nos referimos al teatro también escribió dos obras pero estas nunca fueron representadas: La fea (1865) y Magdalena (1865). Quizá por esta situación fue despedido de la editorial Hachette. Zola lo tomó con tranquilidad y luego logró obtener el puesto de cronista literario y artístico en el periódico L’Événement, publicando los trabajos de crítica pictórica Mis odios (1866) y Mi salón (1866), donde realizó una contundente defensa de Manet, duramente criticado por aquel entonces por los sectores académicos.
Zola se fue alejando paulatinamente del romanticismo y comenzó a integrarse a los círculos artísticos y literarios del movimiento realista y el positivista. Para ese momento, sus obras tuvieron ciertos cambios, además las mezcló con su conocimiento periodístico, las obras fueron: Los misterios de Marsella (1867), una novela folletinesca, y Teresa Raquin (1867), con la que ganó cierto prestigio en el ambiente literario. Un año después salió a la luz su novela Madeleine Férat (1868) con esta podemos ver la consolidación de su estilo.
Luego, impactará al público con la creación de varios relatos contenidos de “rigor científico”, lo anterior porque Zola comenzó a interesarse y estudiar los libros de Claude Bernard, en estos relatos la trama se centra en la historia natural de varias generaciones de una familia bajo el Segundo Imperio. A partir de este momento, Zola comenzó a escribir la importante y gran serie Los Rougon-Macquart, que contiene La fortuna de los Rougon (1871), La ralea (1871), El vientre de París (1873), La conquista de Plassans (1874), La caída del Abate Mouret (1875), Su excelencia Eugène Rougon (1876), La taberna (1877), Una página de amor (1878), Naná (1879), Lo que se gasta (1882), El paraíso de las damas (1883), La alegría de vivir (1884), Germinal (1885), La obra (1886), La tierra (1887), El sueño (1888), La bestia humana (1890), El dinero (1891), La derrota (1892), y El Doctor Pascal (1893).
En cada una de estas obras logró trazar la genealogía de más de doscientos personajes; en donde el carácter de cada uno de los miembros de la familia deriva de las tendencias hereditarias y de los condicionantes del medio social en que viven. Sus textos despertaron todo tipo de sentimientos tanto negativos como positivos; recibió duros cuestionamientos por parte de escritores católicos como Maurice Barrès, Léon Bloy y Jules Barbey d’Aurevilly, que catalogaron sus obras como carentes de espiritualidad a causa del carácter positivista.
Su obra ensayística reflejó su tendencia naturalista, ejemplo de ello es La novela experimental (1880), El naturalismo en el teatro (1881), Nuestros autores dramáticos (1881), Los novelistas naturalistas (1881), Documentos literarios (1881), y Una campaña (1882); también podemos mencionar textos de crítica y polémica, como Viaje de vuelta (1892), Nueva campaña (1897), y el más representativo y reconocido ¡Yo acuso! (1898), un extenso artículo dirigido al Jefe de Estado francés, este fue publicado en el periódico L’Aurore, donde defendió la inocencia del capitán de origen judío Alfred Dreyfus, acusado de alta traición a la patria por los militares antisemitas.
Zola tuvo que exiliarse en Inglaterra porque fue perseguido por el gobierno, los partidos conservadores, el ejército nacionalista y la Iglesia Católica por su participación en el Caso Dreyfus, mostrándose como líder de las fuerzas progresistas que reclamaron al gobierno derechista la defensa de los derechos humanos en la República. Por ello fue acusado por injurias y estuvo exiliado hasta que se demostró su inocencia definitiva. En 1899 volvió a París.
Pero tan solo tres años después, el 29 de septiembre de 1902 murió asfixiado por la defectuosa combustión de una chimenea, este suceso despertó muchas sospechas dadas las reiteradas amenazas de muerte que había recibido. Muchos familiares y amigos cercanos se negaron a creer que esta fue la causa de su muerte y creyeron firmemente que había sido asesinado. Luego de su muerte, la literatura tuvo cierto cambio, los escritores comenzaron a asumir cierto compromiso social y mezclaron la literatura con la realidad social.
Claramente Émile Zola impulsó la «novela experimental»: una narrativa planteada como un experimento sociológico destinada a explicar las causas de los males sociales desde postulados positivistas con el fin de contribuir a su reforma y progreso. Por eso la novela naturalista se centró a menudo en el examen de los problemas sociales. La influencia de sus ideas y de su praxis narrativa marcó la literatura europea durante las décadas de 1880-1900.